XOXO

miércoles, 8 de diciembre de 2010

B SE RELACIONA CON J POR UNA CUESTIÓN DE TALLA DE SUJETADOR

por: Haley_jsb

—Solamente unas patatas fritas y un poco de ketchup, por favor —le dijo Jenny Humphrey a Irene, la señora del comedor, una mujer barbuda de unos cien años, en la cafetería del Colegio Constance Billard para Niñas—. Poquitas, nada más —repitió Jenny. Hoy era su primera reunión con el grupo de compañeras y no quería en absoluto que las chicas más mayores creyesen que ella era una cerda.
El grupo de compañeras era un programa nuevo que estaba probando la escuela. Todos los lunes a mediodía las pequeñas se reunirían en grupos de cinco con dos de las chicas del último curso para hablar sobre la presión del grupo, imagen corporal, sexo, drogas, alcohol y cualquier otro tema que pudiese preocupar a las pequeñas o que las dos mayores considerasen que tuviese suficiente importancia como para hablar de él. La idea consistía en que si las niñas mayores compartían sus experiencias con las más jóvenes y comenzaban un diálogo comprensivo, las pequeñas tomarían decisiones basadas en
Información en vez de cometer errores que pudiesen afectar su carrera y avergonzar a sus padres o a la escuela.
Con su techo de vigas, paredes de espejo y mobiliario modernista de madera de abedul, la cafetería del Constance Billard parecía más un restaurante fashion que el comedor de un colegio. La lúgubre cafetería antigua había sido redecorada el verano anterior porque muchas alumnas se marchaban a comer fuera o se traían el almuerzo, y el colegio perdía dinero con la comida que había que tirar. La cafetería nueva había ganado un premio de arquitectura por su atractivo diseño y cocina de última tecnología, y ahora era el sitio del colegio que las chicas preferían para reunirse, a pesar de que la hosca Irene y sus sórdidas antiguas compañeras de sucias uñas siguiesen sirviendo la comida del renovado menú de nueva cocina americana.
Jenny pasó entre los grupos de chicas con las faldas tableadas en color gris, azul marino o granate del uniforme, que picoteaban sus hamburguesas de atún ahumado con wasabi y sus patatas fritas Red Bliss y charlaban de las fiestas a las que habían ido el fin de semana. Deslizó su bandeja de acero inoxidable sobre la vacía mesa redonda que había sido reservada para el grupo A y se sentó de espaldas a la pared de espejo para no verse mientras comía. Se moría por saber quiénes serían las dos líderes del último curso de su grupo. Parecía ser que la competencia había sido feroz, ya que ser líder era una forma relativamente sencilla de mostrar a las universidades que tú seguías involucrándote en las actividades del colegio a pesar de que ya habías entregado tu solicitud. Era como conseguir créditos extra por comer patatas fritas y hablar de sexo durante cincuenta minutos.
¿Quién no iba a querer hacer aquello?
—Hola, Ginny —Blair Waldorf, la chica más engreída y presumida de todo el último curso o quizá del mundo entero, deslizó su bandeja en el sitio libre que había frente a Jenny y se sentó. Se puso tras la oreja un mechón de pelo castaño oscuro hasta los hombros y masculló a su imagen reflejada en la pared de espejo. “No veo el momento de ir a que me corten el pelo”. Le lanzó una mirada a Jenny, cogió el tenedor y lo pasó por la nata montada que coronaba su tarta de chocolate—. Soy una de las líderes del grupo A. ¿Y tú estás en el grupo A?
Jenny asintió con la cabeza, aferrándose al asiento de su silla mientras miraba deprimida el plato de patatas frías y grasientas. No podía creer su mala suerte. Además de ser la alumna del último curso a quien más temía de toda la escuela, Blair Waldorf era la ex de Nate Archibald. Blair y Nate siempre habían sido la pareja perfecta, los destinados a estar juntos por siempre jamás. Luego, aunque parezca mentira, Nate había dejado a Blair por Jenny después de conocer a ésta en el parque y compartir un cigarro con ella.
Fue el primer porro de Jenny, y Nate fue su primer amor. Jamás había soñado con tener un novio mayor, y mucho menos uno tan guapo y súper genial como Nate. Pero después de unos meses que parecían salidos de una peli romántica, Nate se había aburrido de Jenny y había procedido a destrozarle el corazón de la forma más cruel posible: rompiendo con ella en Nochevieja. Así que ahora Blair Waldorf y ella tenían en realidad algo en común: las había dejado el mismo chico. Pese a ello, las cosas no debían de haber cambiado y Jenny estaba casi segura de que Blair la seguía odiando con todo su corazón.
Blair sabía perfectamente que Jenny era la novata con tetas como melones que le había robado a su Nate. También sabía que Nate la había dejado plantada después de que, justo antes de Nochevieja, alguien colgase en Internet unas fotos terriblemente embarazosas en las que se veía el culo de Jenny en tanga. Blair se imaginaba que Jenny ya había recibido su castigo y realmente no tenía ganas de molestarse con seguir odiándola.
—¿Quién es tu colíder? —preguntó Jenny tímidamente, levantando la mirada. Ojalá las otras chicas del grupo se diesen prisa y llegasen allí antes de que Blair le arrancase la cabeza con sus perfectas uñas pintadas de color rosa opalescente.
—Viene Serena —Blair hizo un gesto de exasperación—. Ya la conoces, siempre llega tarde —se pasó los dedos por el pelo, imaginando el corte que se haría cuando fuese a la peluquería durante las dos horas libres. Les diría que le diesen un enjuague color caoba para quitarse las mechas color cobre y luego quería que se lo cortasen corto, de una forma moderna y superestilosa, como Audrey Hepburn en Cómo robar un millón de dólares.
—Ah —respondió Jenny, aliviada. Serena van der Woodsen era la mejor amiga de Blair, pero no le daba tanto miedo porque era simpática, la verdad.
—Hola, chicas. ¿Éste es el grupo de compañeras A? —una novata larguirucha y pecosa llamada Elise Wells se sentó junto a Jenny. Olía a talco para bebés y llevaba el pelo rubio pajizo cortado en una melenita hasta el mentón con un espeso flequillo, el mismo estilo de corte que te hace la niñera cuando tienes dos años—. Quiero decirles ahora mismo que tengo un problema con la comida —anunció Elise—. No puedo comer en público.
Blair asintió con la cabeza y apartó la tarta de chocolate. Durante la preparación para liderar los grupos de compañeras, la profesora de Salud, la señorita Doherty, les había dicho que escuchasen, que fuesen sensibles y se pusiesen en lugar de las niñas más jóvenes. Mira quién habla. Lo único que hacía la señorita Doherty en la clase de Salud de noveno era hablar de los novios que había tenido y todas las posturas que había probado para hacer el amor. Sin embargo, la señorita Doherty era una de las profesoras a las que Blair había pedido una recomendación extra para enviar a Yale y quería sobresalir como la mejor líder del último curso. Quería que las niñas de su grupo de compañeras la quisiesen, no, mejor dicho, la adorasen, y si a una de ellas le costaba comer en público, no sería Blair quien se sentase allí para atiborrarse de tarta de chocolate, especialmente si lo que planeaba hacer era ir al baño a vomitarla en cuanto sonase el timbre.
Blair sacó una pila de folletos de su bolso Louis Vuitton rojo.
—La imagen de nuestro cuerpo y la autoestima son dos de los temas de los que hablaremos hoy —les dijo a Elise y a Jenny, intentando parecer profesional—. Si mi colíder y las demás chicas del grupo deciden venir —añadió con impaciencia. ¿No era posible que Serena jamás llegase puntual? Aparentemente, no.
Justo en aquel momento, como una oleada de cachemira color gris pálido y brillante cabello rubio platino, Serena van der Woodsen deslizó su moreno culo bien formado junto a Blair. Las otras tres niñas del grupo A de novatas la seguían como unos patitos a mamá pata—. ¡Miren lo que conseguimos que nos diese Irene! —Exclamó Serena, plantando un plato lleno a rebosar de grasientos aros de cebolla en medio de la mesa—. Le dije que teníamos una reunión especial ¡y que estábamos muertas de hambre!
Blair le lanzó una mirada comprensiva a Elise, que miraba el plato de aros de cebolla con el ceño fruncido. Sus ojos azules habrían sido bonitos si se maquillase las rubias pestañas con rímel castaño de Stila.
—Llegas tarde —acusó Blair, repartiéndole a Serena y las otras tres niñas los folletos—. Yo soy Blair —les dijo—. ¿Y ustedes son…?
—Mary Goldberg, Vicky Reinerson y Cassie Inwirth —respondieron las tres al unísono.
Elise le dio un codazo a Jenny. Mary, Vicky y Cassie eran el trío más insoportable de la clase de las novatas. Siempre se estaban peinando entre ellas en los pasillos y hacían todo juntas, hasta pis.
Blair miró el folleto y leyó en voz alta:
—“Imagen corporal: aceptar y querer lo que realmente eres” —elevó la mirada y miró a las novatas con expectación—. ¿Alguna de ustedes tiene algún tema relativo a su imagen corporal del que quieran hablar?
Jenny sintió que la sangre le subía lentamente por el cuello y el rostro mientras pensaba en decirles sin tapujos que estaba pensando buscar información sobre una reducción de busto. Pero antes de que pudiese decir nada, Serena se metió un enorme aro de cebolla en su boca delicada y exclamó:
—¿Puedo decir algo primero?
Blair la miró con el ceño fruncido, pero Mary, Vicky y Cassie asintieron entusiastas. Cualquier cosa que Serena van der Woodsen dijese era mucho más interesante que la estúpida discusión sobre imagen corporal.
Serena plantó los codos sobre su folleto y apoyó el perfecto mentón en las cuidadas manos, sus enormes ojos azul oscuro mirando la imagen idílica que presentaba en la pared de espejo.
—Estoy tan enamorada —suspiró.
Blair aferró su tenedor y lo clavó en la tarta de chocolate nuevamente, olvidándose de su solidaridad con Elise. Serena era tan insensible, joder. Primero, resultaba ser que el chico del que decía que estaba “taaan enamorada” era el guitarrista, pseudohippie, Aaron Rose, su nuevo hermanastro con rastas, lo cual era totalmente absurdo. Y segundo, aunque Nate hubiese plantado a Blair allá por noviembre, ésta seguía sin haberlo superado, y la mera mención de la palabra amor le producía vómitos.
—Creo que lo que se supone que tenemos que hacer es que ellas hablen de sus problemas, no hablar de los nuestros —le susurró a Serena. Por supuesto, si ésta se hubiese molestado en asistir al curso de formación de líderes de grupo, lo habría sabido.
Serena se había saltado el curso para ir al cine con Aarón y, como una imbécil, Blair la había cubierto. Le había dicho a la señorita Doherty que su amiga tenía migraña y que ella personalmente repasaría con Serena todos los temas principales en cuanto ésta se sintiese mejor. Típico. Cuando Blair le hacía a alguien un favor, generalmente se arrepentía de ello.
Lo cual explicaba por qué era semejante bruja casi todo el tiempo.
Serena encogió sus hombros, perfectos para llevar un top con escote halter.
—De todos modos, creo que el amor es un tema mucho mejor que la imagen. Me refiero a que, de todas formas, en la clase de Salud de noveno hablamos un montón de la imagen corporal —lanzó una mirada a las pequeñas sentadas alrededor de la mesa—. ¿No es verdad?
—Creo que deberíamos seguir lo que indica el folleto —insistió Blair, obcecada.
—Lo que quieran, las chicas —les dijo Serena a las más pequeñas.
Mary, Vicky y Cassie esperaban, alertas, a que Serena les diese información sobre su vida amorosa. Elise alargó la mano y tocó un aro de cebolla grasiento con la punta de un dedo tembloroso y con la uña mordida, y luego lo apartó otra vez como si se hubiese quemado. Jenny se pasó la lengua por los labios resecos del frío del invierno.
—Como se supone que tenemos que hablar de imagen corporal, creo que tengo algo que decir —dijo al grupo, con voz trémula. Levantó la vista y se encontró con que Blair asentía con la cabeza y le sonreía, alentadora.
—¿Sí, Ginny?
Jenny miró la mesa nuevamente. ¿Por qué les estaría diciendo aquello? “Porque necesito decírselo a alguien”, se dio cuenta. Hizo un esfuerzo por seguir hablando, a pesar del rubor de vergüenza que le subía a la cara como un tomate—. Este fin de semana casi pedí una cita para reducirme los pechos.
Mary, Vicky y Cassie acercaron las sillas para escuchar mejor. El grupo de compañeras no solamente sería el sitio ideal para enterarse de las últimas tendencias de la moda por parte de las dos chicas más fashion de la escuela, ¡también sería una fuente importante de cotilleo!
—Pedí la cita —prosiguió Jenny—, pero luego no fui —apartó el plato y tomó un sorbo de agua, intentando hacer caso omiso a las miradas de curiosidad de las demás chicas. El grupo no le quitaba los ojos de encima, y ser el punto de mira estando Blair y Serena presentes no era un logro nada fácil.
Elise cogió un aro de cebolla, le dio un mordisquito y lo dejó caer en el plato nuevamente.
—¿Por qué cambiaste de opinión? —preguntó.
—No tienes por qué responder a esa pregunta —interrumpió Blair, recordando algo que la señorita Doherty había dicho sobre no presionar a las integrantes del grupo para que se abrieran ante las demás antes de que ellas estuviesen listas. Le lanzó una mirada a su colíder. Serena estaba ocupada mirando las puntas de su pelo con expresión soñadora y ausente, como si no hubiese oído una palabra de lo que se había dicho. Blair se volvió hacia Jenny e intentó pensar en algo tranquilizador que decirle para que no sintiese que era la única del grupo con problemas relativos a sus pechos.
—Siempre quise tener pechos más grandes. He pensado sinceramente ponerme implantes —lo cual no era mentira del todo. Ella tenía una talla de copa B y siempre le hubiese gustado una C.
¿Quién no?
—¿De veras? —exigió Serena, volviendo a la tierra—. ¿Desde cuándo?
Blair le dio otro bocado a su tarta, enfadada. ¿Estaba Serena intentando sabotear su capacidad de líder?
—No lo sabes todo sobre mí —espetó.
Cassie, Vicky y Mary se dieron puntapiés bajo la mesa. ¡Qué emocionante! ¡Serena van der Woodsen y Blair Waldorf se estaban peleando y ellas eran testigo de cada una de sus palabras!
Elise se peinó con las uñas mordidas la espesa melena rubia.
—Creo que ha sido, ejem, increíble que nos lo hayas contado, Jenny —le sonrió tímidamente a ésta—. Y creo que has sido muy valiente al no hacerlo.
Blair frunció el ceño. ¿Por qué no se le había ocurrido a ella decir algo sobre lo valiente que era Jenny, en vez de hacer ese comentario fuera de lugar sobre los implantes? Quién sabe lo que aquellas estúpidas novatas dirían de ella una vez que el grupo se separase. Luego recordó algo más que la señorita Doherty había dicho en el curso de preparación.
—¡Ah, me parece que se suponía que debíamos decirles algo sobre la confidencialidad antes de comenzar, ¿saben?! Que nada de lo que digamos aquí será repetido fuera del grupo, o algo por el estilo.
Demasiado tarde. En cuestión de minutos, todas las chicas del colegio estarían discutiendo el próximo implante de pecho de Blair Waldorf. “He oído que está esperando hasta que acaben las clases…”, etcétera, etcétera.
—Vale —dijo Jenny, encogiéndose de hombros—. Me da igual a quién se lo digan —total, no había forma de esconder sus enormes tetas. O sea, estaban allí.
Elise se inclinó y cogió su mochila color beige de Kenneth Cole.
—Ejem, quedan únicamente ocho minutos para que suene la campana. ¿Puedo ir a buscar un yogur ahora? —preguntó.
Serena le acercó el plato de aros de cebolla.
—Come un poco más de esto —le dijo con generosidad.
—No, gracias, no como en público —Elise negó con la cabeza, el rostro pecoso ruborizado.
—¿De veras? —frunció el ceño Serena—. ¡Qué raro! —hizo una mueca de dolor cuando Blair le dio un codazo fuerte en el brazo—. ¡Ay! ¿Y eso?
—Quizá si hubieses ido al curso de líderes de los grupos de compañeras, sabrías por qué —gruñó Blair por lo bajo.
—¿Puedo irme ahora? —preguntó Elise otra vez.
Se le ocurrió a Blair que las novatas del grupo de compañeras la adorarían si las dejase marcharse pronto. Además, le vendrían bien los ocho minutos para llegar puntual al salón de belleza.
—Pueden irse todas —dijo, sonriendo dulcemente—, a no ser que quieran quedaros y escuchar a Serena hablar del amor durante el resto de la hora.
Serena estiró los brazos por encima de la cabeza y sonrió al techo.
—Podría hablar de amor todo el día.
Jenny se puso de pie. Desde que Nate la había plantado, no le interesaba en lo más mínimo hablar de amor. Qué extraño. Había pensado que Blair sería la líder del grupo con la que ella no podría entenderse, y había resultado serlo Serena.
Elise se puso se pie también, tironeándose del enorme jersey de cuello alto color rosa como si fuese demasiado ajustado.
—Perdonen, pero si no como un yogur antes de que se acabe la hora de la comida, creo que me desmayaré en Geometría.
—Iré contigo a comprar uno —le dijo Jenny, usándola como excusa para marcharse.
—Pues yo también me marcho con ustedes, chicas —bostezó Blair, poniéndose de pie también.
—¿Adónde vas? —preguntó Serena. Normalmente, los lunes después de comer, las dos chicas se iban durante la doble hora libre al Jackson Hole a tomar capuchinos y hacer planes alocados y fabulosos para el verano siguiente a su graduación.
—A ti qué más te da —le espetó Blair. Había estado por invitar a Serena a que fuese con ella a la peluquería, pero ahora que ésta se había comportado como una egoísta princesa antipática, desde luego que no lo haría. Se echó el pelo hacia atrás y se colgó el bolso del hombro—. Nos vemos la semana que viene, niñas —les dijo a Mary, Vicky y Cassie, mientras seguían a Jenny y Elise a través de la puerta de salida y subían por las escaleras de atrás, que daban a la calle Noventa y tres.
En la cafetería llena de gente, Vicky se inclinó hacia delante sobre la mesa semivacía.
—Entonces, cuéntanos —le urgió a Serena.
Mary tomó un sorbo de un uno por ciento de leche y asintió entusiasta.
—Sí, vamos, cuéntanos.
Cassie se ajustó la coleta color castaño claro.
—Cuéntanos todo

domingo, 5 de diciembre de 2010

Porque yo lo valgo!!!!

GossipGirl.net
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Todos los nombres reales de sitios, gente y hechos han sido alterados o abreviados para proteger a los inocentes. Es decir, a mí.

¡Qué hay, gente!


Febrero es como aquella chica de la fiesta que hice cuando mis padres se fueron de “segunda luna de miel” a Cabo la semana pasada (ya lo sé: triste). ¿Lo recuerdan, la chica que vomitó sobre el suelo de mármol de España en el baño de invitados y luego se negaba a marcharse? Tuvimos que tirarle dentro del ascensor con el abrigo de piel bordada de Oscar de la Renta para que finalmente se diese por aludida. Sin embargo, al contrario que la mayoría de los sitios, Nueva York se niega a caer en una depresión inducida por febrero para convertirse en una tierra gris y fría. Al menos, mi Nueva York no lo hace. Aquí, en el Upper East Side, todos conocemos la cura para le depre: un vestido sexy de fiesta de Jedediah Angel, unos Manolos negros de satén, el nuevo Ready or Not, el carmín rojo que sólo se puede conseguir en Bendel’s, hacerte la depilacion brasileña y darte el autobronceador de Estée Lauder, por si ya se te ha ido el bronceado que habías traído de St. Barts por Navidad. La mayoría de nosotros está a punto de acabar la prepa ¡por fin! Ya hemos entregado las solicitudes en las universidades y no hay casi nada que estudiar, con dobles horas libres todos los días en las que podemos ver alguna de las pasarelas de la Semana de la Moda o irnos al lujoso penhouse de alguna de nuestras amigas a tomar café con leche desnatada, fumar un cigarrillo y decidir que nos vamos a ponernos en las fiestas nocturnas.
Algo más que salva al mes de febrero es mi fiesta favorita de toda la vida, un día en el que no tendría que haber clases: San Valentín. Si ya tienes novio, te felicito. Si no, ahora es cuando tendrías que ponerte las pilas para cazar al guapo ese por el que se te cae la baba desde hace meses. ¿Quién sabe? Quizá encuentres el amor verdadero, o al menos el deseo verdadero, y pronto todos los días se convertirán en San Valentín. Eso, o puedes quedarte en casa y mandar tristes notas anónimas y comer bombones con forma de corazón hasta que no quepas en tus vaqueros Seven favoritos. Tú eliges…

Visto por ahí
S y A cogidos de la mano paseando lentamente desde la Quinta Avenida hasta el bar del Crompton Hotel, donde se les puede ver casi todos los viernes por la noche, bebiendo cócteles de Red Bull y Veuve Clicquot y riéndose para sí al pensar (qué fuerte) que ellos eran sin duda la pareja más de moda de toda la habitación. B negándose a entrar en Veronique, una tienda de premamá en Madison, con su madre, encantada de la vida con su embarazo. D y V con idénticos jerséis negros de cuello de cisne y las piernas entrelazadas mientas miraban aquella peli retorcida y deprimente de Ken Mogul en el Angelika. Son dos bichos raros idénticos, mórbidos y artistas; tan perfectos el uno para el otro que te dan ganas de gritarles: “¡Oye! ¿Por qué os llevó tanto tiempo, eh?”. J en el autobús que cruza la ciudad por la calle 96, leyendo con atención un triptico sobre cirugía para reducir el pecho. Yo me la haría, desde luego, si, como ella, tuviera que usar su talla de copa doble D. El súper adorable N jugando un partido totalmente fumado con sus amigos en Sky Rink. Parece que no le importa no tener novia. ¡Como si le fuese a costar trabajo encontrar otra!
Y finalmente: ¿quién será preadmitido?
Esta semana, un (desgraciadamente reducido) número de nosotros se enterará si nos han preadmitido en las universidades más importantes del país. Ya no hay más vuelta de hoja. No hay más tiempo para que nuestros padres construyan un nuevo pabellón para la biblioteca. No hay tiempo de sobornar a otro estimado ex alumno para que le mande al responsable de admisiones una carta de recomendación. No tenemos tiempo de ser la estrella en otra obra de teatro del colegio. Los sobres ya están en el correo.
Me gustaría dedicar un momento a señalar que la decisión es completamente arbitraria, porque, básicamente, todos somos especímenes perfectos. Somos guapísimos, inteligentes, elocuentes y con excelentes modales. Tenemos padres influyentes y unas notas excelentes (a no ser por un resbalón ocasional, como que te echen del internado o que tengas que repetir Selectividad ocho veces).
También desearía dar un consejo a aquellos de nosotros que consigamos la preadmisión: intenten no hablar demasiado de ello, ¿vale? El resto tendrá que esperar un par de meses más, y si quieren que los invitemos a salir con nosotros, será mejor que no mencionéis las palabras: Ivy League1 en nuestra presencia. Bastante lo hacen ya nuestros padres. No lo digo porque sea un tema delicado, no señor.

Creo que se puede decir que este año la epidemia invernal de gripe es de la variedad: “esperandonoticiasdelauniversidaditis”. ¡Ha llegado el momento de soltarse un poco la melena! Piensen que cuanto más tarde nos acostemos, más borrosos se nos harán los días y más rápido pasarán. Y créanme que todo lo que montemos será glamurizado, disecado, corregido y aumentado aquí mismo por su servidora.

¿Acaso los he decepcionado alguna vez?

Tú sabes que me adoras,


XOXO GOSSIP GIRL

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Porque yo lo valgo!!!!




Esta cuarta entrega de Cosas de Chicas es todavía más interesante y divertida que la anterior. Pasan más cosas, transcurre más tiempo, nuestros protagonistas están más ocupados que nunca.

¡No te pierdas cómo, cada uno a su manera, se dan a conocer en el mundillo de la moda neoyorquina!

Es febrero, y la mayoría de las ciudades son una tierra baldía y helada. ¡Menos Nueva York! Es decir, mi Nueva York. Ya hemos presentado las solicitudes de admisión a la universidad y ha llegado el momento de recuperarnos un poco. Lo mejor de todo es que la Semana de la Moda está a la vuelta de la esquina, ¡y con ella un montón de oportunidades para ponernos monas y soltarnos la melena por completo!

Descarga Gossip Girl "lo unico que quiero es todo"

lo chicos por fin termine casi despues de un año, a estas alturas estoy conciente de que ya ai otras traducciones en la red pero esta es la mia, la termine con micho cariño para ustedes y pues espero que les guste.

xoxo Haley_jsb

DESCARGAR GG: Lo unico que quiero es todo.